28 de diciembre de 2014

En aquel lugar donde estar despierta significa seguir soñando.

No lo entiendo.
No lo comprendo.
Mi vida está apegada a un sin fin de sinrazones,
y me hacen dudar a cerca de mi existencia.
¿Por qué existo?
¿Por qué respiro?
O quizás no...
Quizás viva en un mundo al revés y esté muerta.
Quizás solo quizás,
los ángeles son demonios y los demonios ángeles,
el cielo es verde y el campo azul,
quizás la vida es la muerte y la muerte la vida,
y entonces, solamente entonces, yo estaré viva.

21 de diciembre de 2014

Alas de ángel

Recuerdo como me gustaba de pequeña volar. Alzaba mis alas al viento y surcaba el mundo con ellas. Era poderosa, invencible. Sin embargo, a todos los ángeles de clase media-baja les quitan sus alas a los siete años. El gobierno achaca eso a que las alas no son más que un adorno superficial, insignificantes  para la esencia de los ángeles. Todo el mundo sabe que lo que gana el gobierno con eso es tenernos controlados, pero nadie lo reconoce, pues tienen miedo de lo que les pueda pasar si lo hacen. Me acuerdo perfectamente el día que me cortaron las alas. Fui de la mano de mis padres hasta el hospital. Ese día había mucha gente. Normal, como yo, muchos niños iban a que les cortaran las alas. Me coloqué en la cola y esperé a que llegara mi turno. De repente, se oyó a un hombre gritar por el camino. “Me podréis quitar mi casa, mis alas, mi familia incluso, pero nunca me quitaréis las ganas de volar”: dijo. Después lo encerraron rápidamente en una habitación. Esas palabras se me quedaron grabadas en mi cabeza.  Mi turno llegó. Me durmieron. Cuando desperté noté el vacío de mis alas. Ya no podía surcar el cielo, solo desplazarme caminando. Me sentí aprisionada, pequeña, débil. Desde ese día mi sueño fue volver a surcar los cielos.

Me empecé a interesar en la mecánica. Desarrollé artilugios mediante cacharros rotos que encontraba por la calle. Un día comencé a diseñar alas. Me costó mucho trabajo encontrar una estructura adecuada. Había muchas complicaciones, pero lo terminé consiguiendo. Ese día fui al campo, lejos de la ciudad. Ese día volví a sentir lo que hace mucho tiempo no sentía. Ese día volvía a volar. Volví a sentir la brisa acariciar mi cuerpo. A sentir un cosquilleo en mi interior cada vez que descendía a toda velocidad hasta casi rozar el suelo. Volví a sentirme gigante y poderosa al observar el paisaje desde las alturas. A partir de entonces desarrollé cientos de estereotipos de alas mecánicas. También fui todos los días que podía al campo para volar. Volví a sentirme libre.

Sin embargo, un día alguien me pilló. Me mandaron ir al tribunal de justicia. Me sentí minúscula cuando entré y me vi acorralada por los cientos de ojos que me observaban desde las alturas del parlamento, con sus imponentes alas desplegadas, en señal de superioridad. Me situé en el centro de la sala. Una cámara grababa todo lo que ocurría. Eso significaba que muy probablemente ya me habían dado por muerta. A veces graban juicios en los que saben que los inculpados van a perder. Sirven para escarmentar al pueblo. Ignoré todo aquello que decían. Me acordé de aquel hombre del hospital. El juez me dio el turno de palabra. Entonces me acerqué a la cámara que grababa todo y dije en voz alta:

“Que nunca os quiten vuestras alas, las ganas de volar. Volad más alto que ellos, que nunca os puedan alcanzar. Que nunca os quiten vuestros sueños, las ganas de soñar. Esas son vuestras verdaderas alas, las que nunca os podrán quitar. Soñad, soñad siempre y vuestros sueños se harán realidad.”


Y entonces unas alas mecánicas salieron de mi cuerpo. Alcé el vuelo, escapé del parlamento rompiendo una de las ventanas y surqué los cielos hasta perderme en la infinita inmensidad de ellos.

7 de diciembre de 2014

Con el lento avance de las agujas del reloj nuestras vidas van cobrando sentido.

Hace poco comprendí uno de los misterios más grandes del universo: el tiempo.

¿Qué es el tiempo? Podríamos definirlo, pero realmente no lo entenderíamos. No podemos comprenderlo, solo intuirlo, porque no existe. Es solo una creación humana para explicar la realidad, para facilitarnos la vida.

El tiempo nació el día en el que el ser humano lo creó, desde entonces viajó a lo largo de la historia, porque nosotros le dimos esa propiedad. Le dimos, además, la propiedad de dividir nuestras vidas, de crear un antes, un después, y un ahora que ya es pasado, de mediante una ínfima franja separar lo que es de lo que será; de regir nuestras vidas, de depender constantemente de él. Esto puede ser tedioso para nosotros. Nuestra propia creación nos gobierna, además de fastidiarnos cuando desea. Los buenos ratos los pasa rápidamente y los malos, los ralentiza hasta llegar a parecernos eternos.


Es por eso que debemos aprender a convivir con él: soportarlo en aquellos momentos molestos, disfrutar de él en los instantes en los que nos es agradable y aprovecharlo al máximo. Al fin y al cabo nuestro afán por aprovechar el tiempo, es aquello que pone rumbo a nuestras vidas, nos ayuda a seguir cuando estamos desganados, pues sabemos que algún día no podremos hacerlo.