Un señor acababa de salir de
trabajar. Se dispuso a recorrer el camino que llevaba hasta la parada de
autobús. Hacía muchos años que llevaba haciendo ese recorrido, sin embargo,
nunca se cansaba de él. En cuanto salía de su oficina, un puesto de flores llenaba
de color la calle. Decenas de rosas, tulipanes, crisantemos, lirios y claveles
se erguían esbeltas en sus respectivos floreros. El señor continuó caminando
hasta llegar a una esquina donde una pastelería abría el estómago a cualquiera
que pasara por allí. Un olor que hacía que los niños se quedaran estampados en
el escaparate babeando al observar los deliciosos bollos y pasteles que este
lucía, y que los adultos pusieran una sonrisa tonta al recordar el buen sabor
de los dulces de las antiguas pastelerías. Giró en la esquina y caminó calle
abajo hasta llegar a una cafetería, donde tres amables camareros atendían a la
gente con una gran sonrisa en su rostro y la gente sonreía complacida del buen
sabor del humeante café que los camareros les servían. Continuó bajando hasta
llegar a un semáforo, en el cual unos músicos te alegraban la espera tocando
unas magníficas canciones de jazz. El señor les dejo unas monedas y después
prosiguió su camino cruzando el semáforo. A continuación bajó hasta llegar a la
parada de autobús. A su lado, una vieja farola emitía una débil y triste luz. El
señor se quedó observando la farola y se fijó en una polilla que volaba en
torno a la luz que esta proyectaba. Pensó en por qué de todas las cosas bonitas
y alegres repletas de magníficas luces, colores, olores y sonidos que había en
ese camino la polilla tenía que adorar aquella vieja y triste farola. Entonces
el autobús llegó y el señor continuó con su camino a casa. Tardó veintitrés
minutos en llegar a su parada, otros cinco en llegar hasta su casa, y apenas un
instante en convertirse en polilla y adorar a su mujer, porque no había nada
más bonito en el mundo que ella.
"¡Bienvenido a la hora del té! Te estaba esperando. La Liebre acaba de llegar, y el lirón ya está roncando.": te dice el sombrerero. "Empezó a las siete en punto y un segundo":aclara la Liebre. "Hey, no te sientes, ¿quién te ha invitado?": te reprocha el sombrerero. "Habrá sido el lirón":contesta la Liebre. Y el sombrerero te mira y te dice: “Pero si los lirones no hablan. Solo cantan. Huy, detecto síntomas de locura. Sí, estás majareta, ¿pero te digo un secreto? Las mejores personas lo están.”