30 de julio de 2015

Castillos de arena

Con arena hice un castillo,
las olas del mar engulleron sus almenas,
y yo con mi pala reconstruí sus murallas.

Con fervor hice un castillo,
los pies de un niño aplastaron sus torres,
y yo con mis manos reconstruí sus adarves.

Con porfía hice un castillo,
los días pasaron olvidando sus esquinas,
y yo con nostalgia reconstruyo sus rincones.

10 de julio de 2015

Cuando mis sueños sean normales...

Estoy en clase, mañana tengo examen de matemáticas. Mientras estudio me van surgiendo dudas y las voy consultando a mi compañero. Él es pro en esto y me sabe aclarar todas las dudas que tengo.
Se acaba la clase, recojo rápidamente y me dirijo a la puerta que me libera me deja huir del colegio.
En el trayecto me intercepta mi amiga Elena y juntas seguimos hacia la salida. Está muy entusiasmada y yo le pregunto el motivo. Ella me responde:
- ¡Por fin encontré lo que buscaba! Voy a hacer un curso que me dará un nivel muy alto, altísimo. Se llama The Origin y durará dos años. ¡Dos años! ¡Eso es poquísimo tiempo!
Sigue contándome durante todo el trayecto a la casa de su instructor. De todo lo que me cuenta en apenas minutos consigo retener lo siguiente: ese curso, que tanto le apasiona, es para diseñar y estructurar planetas y más adelante crear planetas y todos sus satélites. Aunque aunque eso último, ya un nivel muy avanzado. Pero con ese curso iba a ser capaz de todo realizar todas esas actividades sin problema.
Por el cielo pasan naves grandes de carga al estilo de Star Wars con pequeñas naves que revoloteaban alrededor. La mitad del firmamento muestra una puesta de sol y la otra mitad una noche estrellada que desvela todos los detalles del universo exterior.La línea divisoria es fina, casi invisible.
Ya estamos llegando a su primera clase de ese curso de diseño planetario (o también llamado The Origin). Cuando llegamos un hombre le da la bienvenida. Elena me pide que la acompañe. Yo acepto. La apariencia de su profesor denota que su juventud está lejana. Sin embargo, está en plena forma, ya que, nos lleva por una montaña escarpada que hay detrás de su casa hasta una cueva. Ahí me pide que me detenga que el interior es reservado para los que quieran aprender este arte. Yo lo acepto. Y comienzo a bajar de nuevo hasta la casa de campo de este hombre. Cuando llego a la puerta delantera, un coche se para delante de mí. De él salen un padre y un hijo que se supone que conozco. Me dicen que me llevan a no sé muy bien que sitio. Me meto en el coche, y me llevan por una calle. Es de noche, todo está cerrado. entre los coches aparcados veo perros. Pastores alemanes para ser más exactos. Esa calle está plagada de ellos. En una glorieta vemos uno que está sobre sus patas traseras. Inmóvil, como si de una estatua se tratase. Más adelante veo mapaches muchos mapaches. Uno de ellos tiene la cola tan larga como una serpiente. otro mapache que veo entre todos, es blanco con las rayas en la horizontal y no en la vertical como los demás. Nos alejamos de esa calle. Y me dejan en un lugar donde me encuentro con más gente de mi edad. Saludo a todo el mundo y nos dirigimos a un lugar donde guardan los caballos. ¡Eso es! Vine aquí para hacer equitación. Ahora lo recuerdo todo. En un momento, veo un caballo, con orejas de burro y cuello similar al de una llama. Pero se diferencia en su tamaño. Es grande como un elefante. Distingo una montura en su espalda. El suelo que pisa se encuentra muy por debajo del nuestro de tal forma que esta montura está a unos metros por debajo de nuestros pies. En ese momento me siento pequeña. Encamino mis pasos hacia esa bestia. Una chica rubia también lo ha visto. Decidimos  subirnos a la montura juntas. La bestia está caminando. Justo cuando pasa por delante nuestra, cogemos carrerilla y saltamos.
Cuando estamos encima comenzamos ha hacernos fotos. De pronto nos damos cuenta que los agarres de la montura están sueltos (casualmente es un agarre de velcro) . A la velocidad que corre este bicho seguro que nos caeremos.
De forma sincronizada la chica rubia y yo nos lanzamos al vacío. Cada una de un lado diferente de la montura. En nuestra caída nos adherimos cada una al agarre que está de su lado y con el impulso de la caída lo tomamos como liana para llegar al vientre del animal. Ella llega primero, por la derecha y apenas un segundo más tarde llego yo con la otra parte del velcro. Y los unimos de pura casualidad.
Milagrosamente funciona y la montura queda atada de nuevo. Trepamos cada una por nuestro lado y volvemos a la parte alta de la montura donde nos quedamos observando el horizonte. Poco a poco nos adentramos en un desierto. Me despierto.

No soy escritora soy Mawin, y este es mi sueño.