28 de noviembre de 2015

Un reloj llamado tiempo •Capítulo 1•

Es un día nublado, en el cual la lluvia se vuelve un susurro constante en mis oídos. Espero sentada en un banco, al resguardo del mal tiempo, a un tren que me lleve lejos de aquí. Que me lleve a un lugar donde logre ser más feliz.
Estoy mirando el reloj de la estación y me doy cuenta de que los segundos no pasan. La manecilla gira. Da dos segundos e inesperadamente regresa a su posición inicial para volver a marcar aquellos dos segundos eternos.
Mis pensamientos comienzan a divagar. Comienzo a prestar atención a las gotas de agua que caen sobre las vías.

Llega el tren, me saca de mis pensamientos. Me levanto, y despierto a una mujer que tengo al lado, ella también estaba esperando este tren.
Nos dirigimos a la entrada donde ya se ha formado una pequeña acumulación de gente. Muestro mi billete y me deja pasar, me dirijo a mi vagón. Por suerte me ha tocado un sitio al lado de la ventana.
Pasa mucha gente por el pasillo central, pero nadie se detiene y se manifiesta como mi acompañante de viaje.
Arranca el tren.Como consecuencia, podemos decir que de forma definitiva no tengo acompañante en la primera parte del viaje. 
En la siguiente parada, algunas personas entran en mi vagón y una de ellas a mi lado.

Un simple "hola".

Una sonrisa tensa.

21 de noviembre de 2015

Parte

... de la verdad de todo esto. A veces suceden cosas, que son malas y te entristecen. Sabes que parte de la culpa es tuya, no entera, pero sí una pequeña parte. Eres consciente, y sabes un caso hipotético para que salga bien, pero no puedes compaginarlo con tu vida porque supondría prescindir de muchas otras cosas y el mal que provocaría sería peor. Por eso sólo la cumplirías en parte y el objetivo se lograría en parte.
Pensar esto es frustrante. Muy frustrante. Porque tienes un problema, todos los datos y las herramientas necesarias.Hasta tienes ganas, motivación para resolverlo. Pero no puedes resolver ese problema. No puedes, porque no sabes y nadie puede decirte eso.
Luego, con todo eso en la cabeza, llega alguien. Alguien que te aprecia y que no le gusta verte triste. Y al verte y tú decirle que estás triste, trata de animarte. Estas personas hacen discursos, algunas veces llegan a ser tediosos. Su intención es buena, pero al final, te parece más un discurso para el mismo, más que para alegrarte a ti y hacerte sonreír.
En este discurso te suelen decir lo que ya sabes. Donde está el fallo (en ti) por si no te habías dado cuenta. Luego, maneras de solucionarlo (en las cuales tú también has pensado). Pero en conclusión acaban llegando a la misma que tú llegaste antes. Y entonces hay que decirles que eso es un caso imposible. Lo entienden, y algunas veces, aunque subrayo que todo lo hacen con buena intención, se les ocurre decir pues acepta que no puedes y punto, es un " ríndete" suave, inconsciente y doloroso. Lo dicen porque, al igual que tú, ellos tampoco ven una solución, pero como quieren animarte dicen una salida que ven al problema, que es dejarla pasar. Rendirse nunca se debería considerar solución. Abandonar no es una solución.
De estas personas podemos decir que no son buenas haciendo discursos y aquí va un consejo para ellas, de vuestra parte: "a veces no se necesitan palabras para arreglar problemas. Ni encontrar soluciones a otros. Porque si el problema es del interior. Solo compartiendo el silencio y un simple abrazo el interior se cura. No preguntéis porqué, pero es así. Muchas veces sólo una expresión de cariño, y ella sin ninguna otra cosa, es capaz de solucionar problemas grandes como el mundo. Es más, se podría decir que soluciona mundos. Mundos interiores, individuales y dependientes del exterior. Quizá para calmar una ruidosa tormenta, no hagan falta más voces, más sonidos. Sino una silenciosa demostración de amor".

16 de noviembre de 2015

A cada minuto te extraño

Cuando extrañas a alguien, suele pasar que piensas más en él. Pero cuando lo amas y lo extrañas, entonces a cada minuto que pasa has ideado una vida con él.
Cada minuto que pasa ha sido para ti otra hora de espera interminable.
Cada minuto que pasa, piensas que quizá por no estar ahí con él ahora, ya no quiera estar contigo.
Cada minuto un mundo eterno y sin desenlace que acaba concluyendo con un: te extraño.

Pero también pienso que, a lo mejor, tú también me extrañas. Que para ti también se esté haciendo eterno.
Quizá y sólo quizá hayas pensado también esto que estoy escribiendo.

Y aunque te extrañe y esté medio triste, cuando vuelvas solo verás en mí, alegría. La que quiero encontrar en ti, porque sólo quiero verte sonreír, por siempre. En fin, ser feliz.

Maldito mundo ¿no podrías haber hecho todos los continentes uno?
Maldito universo que en tu origen creaste inmensos espacios junto con el tiempo.
Maldito mar y su distancia, ¿Por qué no hemos desarrollamos branquias?

Juntos. Juntos y felices. Así somos en mis sueños. Quiero, quiero congelar el tiempo, coger un avión y volar hasta tu hogar. O quizá simplemente despertar de este sueño y descubrir que me dormí pegada a ti, en un abrazo.
Sé que se cumplirá. Algún día llegaré o llegarás. Y en ese momento, el resto dará igual. Lo prometo. Prometo que llegaré.
Te amo.

14 de noviembre de 2015

La bota del delfín

Erase una vez, un delfín que vivía en un mar lleno de corales. Él solo conocía a pececitos que eran muy pequeños y muy tontos. Pero el delfín quería tener compañía de su especie y de su intelecto. 
Un día el delfín se encontró una bota. Una bota multicolor con pequeñas estrellas de mar como hebilla. Y brillaba, brillaba mucho. Tanto que no pudo resistirse tocarla, recogerla y llevársela a su casa.
Pero por las noches la bota temblaba y el delfín no sabía por qué. La llevó al médico y este le dijo que necesitaba una planta mágica para curar a la botita hermosa. Le dijo donde se encontraba y el delfín fue a buscarla.
Aquella planta estaba en otro planeta en un planeta donde había mucha más agua. Nuestro delfín llegó al planeta y trató de encontrara a alguien que le enseñase por donde podría encontrar la planta. Pero no vio a nadie. Aquel lugar estaba vacío. Entonces dio vueltas al planeta. Y vueltas y más vueltas
Hasta que al fin, tras un larga búsqueda y medio planeta recorrido, la encontró. Puso la planta en la bota y fue entonces, cuando sucedió la magia. Todos los colores de la bota se despegaron y cada uno tomó la forma de un lindo delfín. Cada delfín era de un color del arcoíris. Y todos nadaban reían y lo llenaban todo de felicidad. Además, aquel resplandor tan potente de la bota partió hacia otro lugar de la galaxia. 
Entonces supieron que había más como ellos y que deberían salvarlos de su encierro. Y partió nuestro delfín, esta vez en compañía, en busca de aventuras. En busca de la felicidad.

Gracias a Hikachy por ayudarme y apoyarme al escribir este cuento. No habría quedado igual de risueño sin ella.

7 de noviembre de 2015

Supérate

Cierra los ojos, imagina.
¿Qué ves? Nada, no ves nada. es todo como una pantalla negra. De pronto parece un punto blanco en el medio de esta pantalla. Se acerca, poco a poco comienzas a distinguir lo que es. Es una ventana. Te acercas a ella. Te asomas y miras. Estas en una montaña. Una montaña totalmente nevada. casi al borde del abismo. Pero hay un pequeño camino debajo de la ventana. te bajas en él. La capa de nieve que pisas no es muy gruesa así que caminas sin dificultad. Observas el paisaje a tu alrededor. Apenas ves el valle que hay al final de este precipicio. Distingues otras montañas que rodean a la tuya. Sigues mirando cada detalle de tu entorno. Una cabaña a lo lejos. ves caminos que suben aquellas montañas. Ves águilas que pasan por encima de las cumbres.
De pronto,tu atención se centra en un puente que esta a tu izquierda. un puente hecho con madera y con cuerdas. Parece frágil. ¿Lo atraviesas? ¡Vamos! En realidad te apetece atravesarlo. Pero... ¿tienes miedo de que se rompa? Quítate ese miedo, suprímelo de tu conciencia. En este mundo no existe tal cosa. En este mundo, no existen límites para nuestros objetivos y nuestras capacidades.
Con esta nueva perspectiva cruzas el puente. Está en perfectas condiciones, no iba a romperse. Venciste tu miedo y ahora ves lo absurdo que era tener ese miedo. Por ello te siente bien contigo, y sigues caminando hacia otra colina. Otro mundo. Otro obstáculo. Otro reto. Poco a poco lo que te rodea se hace más pequeño ante ti. comienza a alejarse. Entras el una dimensión de oscuridad. Las colinas, el puente, la cabaña. Todo se aleja y se convierte en un punto lejano. Se vuelve blanco hasta al final desaparecer. Todo a quedado oscuro.
Abre los ojos.


3 de noviembre de 2015

Escribir por escribir

Miro al cielo y veo  nubes.
Nubes, esa son la causa de que mi conexión vaya tan mal.
Mal, una palabra que tiene treinta letras.
Letras, la base de las matemáticas.
Matemáticas, eso que usamos para cocinar.
Cocinar, animal con mucho pelo pero ágil como una escoba.
Escoba, es el arma más importante de los saturnianos.
Saturnianos, gomitas con nombres de tapacubos.
Tapacubos, esferas con el poder de parar el tiempo.
Tiempo, lo que los humanos perciben como vida.
Vida, eso que se le da a los seres vivos.
Seres vivos, los hay de muchos tipos como las regaderas.
Regadera, tapiz que sirve para dormir.
Dormir, placer de dioses.
Dioses, aquellos que se dan cuenta de todo lo que les rodea.
Rodea, rodeo al masculino.
Masculino, lo opuesto a desierto.
Desierto, eso que todos deseamos en nuestro teléfono.
Teléfono, eso que es prescindible en la sociedad de hoy.
Hoy, es en realidad ayer.
Ayer, será el día en el cual los pájaros migran por ser otoño.
Otoño, esa estación del año que siempre llega tarde a las reuniones.
Reuniones, citas con la muerte.
Muerte, objeto que todos temen aún siendo de terciopelo.
Terciopelo, lápiz de tinta musical que sirve para arreglar ordenadores.
Ordenador, aquello que nos atiende en los restaurante.
Restaurante, ese conjunto de cosas que nunca sabes definir.
Definir, es algo que se le da bien a la marmota.
Marmota, aquel azulejo que solo yo miro.
Miro, miro al cielo y veo nubes...