13 de diciembre de 2015

Un lugar donde encontrar la libertad-1ª Parte

No veo nada, un trapo cubre mis ojos. Solo oigo ruidos: una puerta metálica que se abre, unos pasos.

-Camina- dice alguien a mis espaldas.

Me empujan. Doy un paso. Por un instante no siento el suelo bajo mis pies, pero termino aterrizando en él. Me dejo llevar por los empujones que me van dando. ¿A dónde me llevan? Después de caminar un rato oigo una llave, una puerta que rechina al abrirse. Entonces me quitan el trapo, me dan un empujón que me hace entrar en una habitación y cierran la puerta.

Hay dos camas, una de ellas ocupadas por un individuo vestido con ropas descosidas y sucias que se encuentra recostado mirando a la pared. Del techo cuelga una bombilla amarillenta que parpadea. En una esquina hay una especie de retrete sin tapa que desprende un asqueroso olor a vómito. Voy hacia la cama desocupada y me dejo caer. Los muelles chillan al sentir el peso de mi cuerpo.

El individuo parece percatarse de mi presencia. Se levanta de la cama y da unos pasos hacia mí hasta estar a un metro de distancia. Aprecio sus rasgos faciales: dos cicatrices le recorren la mejilla; su pelo, largo y seboso cae alborotado como una cascada sobre su cara; y sus ojos, exageradamente abiertos, se encuentran delineados por dos fuertes ojeras.

-¿De dónde eres?- me pregunta. Su voz es grave y áspera.
 -De Greenway- contesto.- Me atraparon y me separaron de mi hermano.- Hago una pausa.- Me llamo Charles- y al ver que no dice nada le pregunto:- ¿Sabes dónde estamos?
El individuo encoge los hombros.
-Lejos de Greenway- termina diciendo y se vuelve a recostar sobre su cama. Decido hacer lo mismo.

Pasa el tiempo. En un momento la bombilla se apaga. Supongo que ya es de noche. Al final me duermo.

Estoy en el salón, sentado en mi sillón. Las llamas del fuego iluminan media cara de las figuras del tablero de ajedrez. La otra se encuentra enmascarada por las sombras, sombras que continúan a lo largo del tablero, como una distorsión alargada de las figuritas. En frente de mí, en otro sillón, está mi hermano. Al igual que las figuras, el fuego solo le ilumina la mitad de su cara afilada.

 - Jaque- digo.

Veo como mi hermano clava sus ojos en mí, y con su mano izquierda agarra el alfil y sonríe. De repente, se oye un ruido en el pasillo. Un trote de pies. Instantes después aparecen personas vestidas de militares. Me agarran. Mi hermano pregunta qué está pasando. Me pongo histérico. Pataleo. Grito. Gritan.



Abro los ojos, pero no veo nada. Estoy a oscuras. Alguien está gritando. Me guío por mi oído hasta dar con mi compañero.

-¿Qué ocurre?-pregunto.-¿Te han hecho algo?
Pero él sigue gritando. A tientas le recuesto sobre mí y le mezco.
-Tranquilo, estás bien. Nadie puede verte en la oscuridad. No te pueden hacer nada, ahora estás a salvo. 

Pasan minutos y poco a poco se tranquiliza y deja de gritar. Le recuesto sobre la cama y después me acuesto yo, aunque no me vuelvo a dormir.

El tiempo pasa lentamente, acompañado del sonido que hacen las gotas de agua que se precipitan por el retrete. La bombilla se vuelve a encender. Poco tiempo después la puerta se abre y aparecen dos personas vestidas de uniforme militar.

-¡A comer!- gritan.

Uno me agarra del cuello y me arrastra por varios pasillos. Mi compañero viene detrás de mí. Al final llegamos a una habitación donde hay una mesa alargada en la que varias personas están comiendo. Me siento en el primer hueco que veo. Mi compañero se sienta a mi lado. Una señora vieja descarga furiosa y secamente un cucharón de una sustancia marrón espesa y grasienta sobre el plato que tengo delante. Cojo la cuchara que está al lado del plato y lo remuevo. Delante de mí hay un señor que me observa atentamente tras unas gafas redondas. 

-¿Eres nuevo, cierto?- me pregunta.
Asiento con la cabeza.
-Pronto te acostumbraras a esto.
- No lo creo- digo.
El señor esboza una sonrisa, pero no transmite alegría, sino tristeza.
-Al parecer eres el compañero de Smith-dice mirándolo.-Smith lleva mucho tiempo aquí. Hace poco perdió a su compañero de habitación.
-¿Cómo lo perdió?-le pregunto.
Encoge los hombros.
-No lo sé.

Me llevo una cucharada a la boca y me entra una arcada.
-¿Qué es este sitio?- pregunto.
El señor se queda pensativo.
-Hay quien dice que es una cárcel, otros afirman que se trata de una casa de torturas. Yo opino que son las dos cosas a la vez, pero también, el único sitio donde puedo encontrar a gente con la que me siento a gusto.
Alzo una ceja.
-¿Cómo puede estar usted a gusto, en un sitio así?- le recrimino.
-La gente encuentra refugio en los lugares más inesperados.

Hago una mueca. No me convence su respuesta. Me llevo otra cucharada a la boca y me entra una nueva arcada. Lo escupo.
-¡Cómo pueden servir esto!-grito con furia, levantándome del sitio.
Una persona con uniforme militar me dice:
-Señor, siéntese y acábese la comida.
 -¡¿Comida?!

Voy hacia él, dando zancadas de rabia. Le propino un puñetazo en la mandíbula. Luego siento un golpe seco en la nuca. 
 

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