Hace poco comprendí uno de los misterios más grandes del
universo: el tiempo.
¿Qué es el tiempo? Podríamos definirlo, pero realmente no lo
entenderíamos. No podemos comprenderlo, solo intuirlo, porque no existe. Es
solo una creación humana para explicar la realidad, para facilitarnos la vida.
El tiempo nació el día en el que el ser humano lo creó,
desde entonces viajó a lo largo de la historia, porque nosotros le dimos esa
propiedad. Le dimos, además, la propiedad de dividir nuestras vidas, de crear
un antes, un después, y un ahora que ya es pasado, de mediante una ínfima
franja separar lo que es de lo que será; de regir nuestras vidas, de depender
constantemente de él. Esto puede ser tedioso para nosotros. Nuestra propia
creación nos gobierna, además de fastidiarnos cuando desea. Los buenos ratos
los pasa rápidamente y los malos, los ralentiza hasta llegar a parecernos
eternos.
Es por eso que debemos aprender a convivir con él: soportarlo
en aquellos momentos molestos, disfrutar de él en los instantes en los que nos
es agradable y aprovecharlo al máximo. Al fin y al cabo nuestro afán por
aprovechar el tiempo, es aquello que pone rumbo a nuestras vidas, nos ayuda a
seguir cuando estamos desganados, pues sabemos que algún día no podremos
hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario