24 de febrero de 2015

¿Un sueño más?

Estaba en medio de la plaza, de pie. Acababa de perderme en esta ciudad. Me resultó imposible encontrar a mi grupo. Me dirigí a una de las calles, una que tiene el suelo teñido de rojo. No los vi. ¿Cuándo se darían cuenta de que no estoy?
Lo lógico, en aquel momento, hubiese sido volver al punto en el que había perdido al grupo. Sin embargo, me dirigí a una calle lateral. Menos abarrotada de gente. Seguí caminando por esta calle, luego por otra, y más tarde por otra... no sé lo que me impulsó a hacerlo pero mi cuerpo se movía de forma inconsciente, alejándome de mi punto de partida.
Creo que si en ese momento hubiera intentado regresar no lo habría conseguido por el simple hecho de que, no sabía cómo había llegado hasta ahí.
Llegué a una zona de la ciudad que apenas estaba transitada. Era una zona residencial. La gente caminaba en silencio.
Sin previo aviso, mi cuerpo siguió caminando solo. Sentí cómo avanzar, de forma regular e inconsciente. Cuando me quise dar cuenta mi cuerpo ya no  me respondía. ¡Estaba atrapada! Mi cuerpo a dejó de responder a las órdenes que dictaba mi cerebro.
Seguí caminando, mejor dicho, mi cuerpo siguió caminando. Todos mis esfuerzos por frenarme fueron en vano. Ni siquiera podía girar la cabeza.
De pronto, vi algunos de los rostros de los paseantes. Un rostro pálido, sin ojos, en su lugar dos manchas negras. Me crucé de frente con uno de esos seres, ya no estaba segura de que fuesen humanos. Y me fijé mejor, esas manchas en realidad eran cuencas oculares sin glóbulos oculares que las rellenasen. En algunas partes de la cara tenían pellejos de carne arrancada. En otros se les veían los músculos de la mandíbula tensos.
Todos actuaban con normalidad, hasta que uno de ellos se giró y me miró, con sus cuencas vacías. Fue un mirada carente de emoción de forma aparente pero intensa, estaba llena de odio y desprecio, se lo aseguro, esas cuencas vacías expresaban algo.
El hecho de no tener ojos no le impidió observarme y analizarme detenidamente. De pronto, me señaló, como alertando al resto de que yo era diferente. Y los otros paseantes se giraron, como respondiendo a una llamada silenciosa.
Veo ante mí una multitud de rostros inexpresivos y apagados. Rostros de muertos.
Muertos eso es. Esos movimientos que parecía que se iban a desmoronar en cualquier momento, las vestimentas deshilachadas y llenas de polvo. Sin duda alguna, eran muertos. Comienzan a caminar hacia mí. Y mi cuerpo en esa ocasión, se quedó quieto. Los estaba esperando.
Me debatí con todas mis fuerzas e intenté retomar el control de mi cuerpo. No lo conseguí. Si  hubiese tenido control de mi cuerpo, en ese instante, estaría intentando recuperar el aire después de un gran esfuerzo. Me sentí como si hubiese hecho ese gran esfuerzo, sin embargo, mi cuerpo seguía respirando de forma regular, y pausada. Seguí forcejeando. Se acercaban. Seguí intentando zafarme de estas redes invisibles.Se acercaban. Sigo intentándolo. Se acercaban.
A los dos minutos, ya me encontré al alcance de uno de ellos. Estiró su brazo. Lentamente, sin ninguna prisa, como si supiese que mi cuerpo quieto, me mantenía firme en contra de mi voluntad.
Su brazo se dirigió a mi muñeca. Vi como, poco a poco iba realizando el movimiento. Intenté zafarme de su mano. Y como siempre, sin éxito. Más muertos llegaron a mi alcance. Estaba a su merced completamente. otros empezaron su lento proceso de levantar sus brazos hacia mí.
El primero, estaba a punto de llegar a su objetivo. Vi como recorría los últimos centímetros hasta agarrar mi mano. Lentamente, se la llevó a la boca y me mordió. Una fina línea roja apareció en mi mano. Comenzó a salir sangre de la fisura.  Sentí un dolor agudo. Al cabo de un rato, uno me agarró y me pegó un mordisco en el cuello. En ese momento, comencé a perder la conciencia, como si todo se volviese lejano. Me estaba desmayando. Pero mi cuerpo siguió en su sitio sin moverse, de pie. Se apagó una luz. Y todo quedó negro. Hasta ahí recuerdo. Luego, nada.

Abrí los ojos.
Mi grupo, los encontré. Nadie me pregunta donde estaba. Como si nunca me hubiese perdido. ¿Habría sido un sueño? Estábamos en la misma plaza en la que me perdí. Busco la calle por la que me metí al principio, pero no la encuentro.
No volví a encontrar el asfalto rojo. Busqué con la mirada algún rastro rojizo, y lo encontré, pero no estaba en el suelo, estaba en mi mano.

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