Mi mundo un papel, y mi cuerpo, la pluma con la que escribo, escribí y escribiré, hasta el día de mi muerte, la que considero la más importante de todas mis historias: la historia de mi vida.
Una historia que escribiré, y de la que además seré protagonista, y por la que, por la naturaleza que me ha sido otorgada, nunca podré borrar ni cambiar, pues soy de entidad humana y no divina. Por ello, como es imborrable todo lo que escriba, prefiero tener todo mi pasado presente en todo lo que hago y haga, hasta el último de mis días.
De mi depende de que cuando ese día llegue y me detenga a leer todo lo que haya escrito, considere de mi obra una bazofia, un aburrimiento y una completa pérdida de tiempo. O por el contrario, que quede satisfecha de todas las aventuras que haya vivido, de todos los objetivos y sueños que haya cumplido, de todas las sorpresas que haya encontrado por el camino que haya recorrido al perderme para encontrarme en el mundo de la vida, y que al poner el punto y final a la historia, no quede más satisfecha y orgullosa que con ninguna otra.
"¡Bienvenido a la hora del té! Te estaba esperando. La Liebre acaba de llegar, y el lirón ya está roncando.": te dice el sombrerero. "Empezó a las siete en punto y un segundo":aclara la Liebre. "Hey, no te sientes, ¿quién te ha invitado?": te reprocha el sombrerero. "Habrá sido el lirón":contesta la Liebre. Y el sombrerero te mira y te dice: “Pero si los lirones no hablan. Solo cantan. Huy, detecto síntomas de locura. Sí, estás majareta, ¿pero te digo un secreto? Las mejores personas lo están.”
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