Nota de la autora:
Quizás esta historia sea difícil de comprender. Sobretodo si lo imagináis desde una perspectiva ajena a las pequeñas criaturillas protagonistas de la historia. A si que, os animo a que lo leáis tranquilamente, y desde la perspectiva del pequeño pueblo eboniano.
En lo más profundo y frondoso del
bosque, había un pozo. Dentro del él, en sus aguas, flotaba una gran hoja de roble donde
habitaban unos pequeños seres llamados ebonianos. Los ebonianos generaron una
gran comunidad, se desarrollaron rápidamente y realizaron hallazgos
increíbles y asombrosos. Un pequeño eboniano, llamado Colombín, fue el primero en
pisar una tierra nueva a la que llamaron la Nueva Hoja. Otro pequeño eboniano, llamado Fernandín, descubrió que el mundo era plano y su límite eran unas
paredes infranqueables que formaban un
círculo. Más tarde, un pequeño eboniano, llamado Neilín, cumplió el sueño de todo
eboniano: llegar a pisar la gran superficie colgante a la que ellos llamaban Cubuna.
Los ebonianos querían llegar más lejos. Querían llegar hasta el montón de hojas
que se situaba encima de ellos.
Sin embargo, llegaron a la conclusión de que
estaba tan lejos, que en realidad lo que ellos veían no era realidad, si no un
espejismo provocado por las hojas que se encontraban en el fondo del mundo. Más
tarde, al ver que caían hojas al agua del mundo, se dieron cuenta de que esa
teoría fallaba y no podía ser cierta. Asi que, desarrollaron otra. El universo
estaba formado por un espacio cilíndrico -en cuyo fondo había un medio acuoso
que era donde se situaban actualmente- y miles de hojas que muy lentamente se
iban hundiendo en ese medio acuoso hasta reaparecer arriba del espacio
cilíndrico y volver a caer en el medio acuoso. Siguieron pensando eso durante miles y miles de años ebonianos. Creían que esa era una teoría irrefutable. Sí,
eso creían, porque un día vieron que la Cubuna se empezó a mover. El pueblo
eboniano estalló en caos. “¡Es el fin del mundo!”: pensaban asustados. Cubuna
cayó en el agua y arrastró a las hojas colonizadas por el pueblo eboniano hasta
dentro de ella. Lentamente los ebonianos subidos en la Cubuna, fueron
ascendiendo por el espacio cilíndrico hasta llegar a un espacio inmenso, lleno de cosas gigantes y desconocidas. Después, todo ese mundo fue
cubierto por un enorme ser desconocido. El ser pareció fijarse en ellos. Cogió
las hojas y las metió dentro de unos frascos. El pueblo eboniano estaba
dividido. Unos pensaban que aquel ser era el Dios todopoderoso llamado Ebonio, mientras otros creían que aquel ser se trataba de un alienígena de otro mundo mucho más
desarrollado, y algunos seguían creyendo que aquello se trataba del fin del mundo y
que aquel ser solo les conduciría a su muerte. Todos los poderosos del pueblo
eboniano se reunieron y decidieron que debían tratar de comunicarse con aquel
ser, fuera quien fuera.
Más tarde, cuando aquel ser abrió el frasco,
los ebonianos usaron un dispositivo para amplificar enormemente el sonido y
empezaron a hablar. “Hola ser”: dijeron. El ser parecía sorprendido. Sin
embargo, dijo: “Hola”. Poco a poco los ebonianos fueron comunicándose con ese
ser, que al parecer se llamaba Tomás, y pertenecía a la raza humana. Tomás respondió
a todo lo que los ebonianos preguntaban. Les tuvo que repetir varias veces que
en ningún momento tuvo la intención de matarlos, ni que era el Dios todo
poderoso llamado Ebonio. Les explicó cómo estaba formado el universo y los
pequeños ebonianos se quedaron sorprendidos de lo confundidos que estaban. Sin
embargo, cuando les dijo que todo aquello terminaba al llegar al límite de una esfera
que se expandía cada vez más, los ebonianos se rieron. Le dijeron que al igual
que ellos creían que solo existía aquel espacio cilíndrico y estaban tan
equivocados, el pueblo de Tomás también lo estaba, y que aquella parte que
ellos consideraban finita, en realidad se trataba de una cosa pequeña que
formaba parte de algo mucho más grande.
Es muy bueno!!
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