11 de noviembre de 2014

Sombras de la vida

Todo es sombrío en mi ciudad. Absolutamente todo.

Estoy en mi escritorio intentando estudiar. No puedo. Las sombras, están presentes, en cada esquina de esta habitación. Por mucha luz que ponga, nunca se irán del todo.
En el exterior, la lluvia repiquetea contra mi ventana. Distingo un cielo gris, oscuro, apagado. Apenas llega la luz solar al suelo. Toda mi ciudad tiene los mismos colores apagados y sin alegría. Podríamos decir que es gris. Todo es igual. Nada cambia.

De vez en cuando alguien diferente. Se reconoce quién es diferente. Camina animado. No siempre está sonriente, pero sonríe su alma que es lo importante. Sigo escuchando el repiqueteo de las gotas contra el cristal. Soy incapaz de concentrarme en mi tarea.

Decido dar una vuelta. Saco a pasear bajo la lluvia a mis temores, mis problemas y dolores. Bajo las escaleras. Sombrías y grises como el resto de elementos en esta realidad. Llego a la puerta grande de mi portal. Es negra como el carbón, con dos pequeñas ventanas semitransparentes. Apenas deja pasar la luz al interior del edificio. La abro y salgo a la calle. La lluvia me acompaña.
Comienzo a caminar hacia ninguna parte en especial. ¿Para qué protegerse de la lluvia? No es necesario, noto cada gota que cae sobre mi cuerpo, hasta que son tantas, que ya ni las siento. Me duele el alma. Es demasiado difícil de explicar. Me siento gris como el resto de mi ciudad. Yo antes era alegre. Ya se me fueron las ganas de serlo. Ya solo pienso en hacer lo que se espera de mi. Mi diversión, mi razón de vivir acabó aquel día. Ese día que no quiero recordar. Me sigue doliendo, no lo superé, ni lo superaré. 
Me quedo pensando, ya no tengo ninguna razón para vivir. Entonces ¿por qué sigo viviendo? Si mi dolor me ha arrebatado mi felicidad. Ya no quiero vivir, no quiero más sufrimiento.
Me paro en seco, en medio de esta larga avenida. Me siento en el suelo. Está mojado. Me da igual. Todo da igual.
Me tumbo en la acera. Siento el contacto del agua con mi piel. Comienzo a temblar.
Me quedo observando un charco de agua que se ha formado justo en frente de mí. Observo cada gota que cae en él.
Así me quedo, tumbada de lado, y me dejo morir bajo esta lluvia otoñal.

1 comentario:

  1. Final alternativo:
    Me paro en seco en medio de esta gran avenida. Quiero dejarme morir en alguna esquina. De pronto, surge un rayo de sol entre las nubes. Ilumina parte de la ciudad, recobrando así parte de color, parte de vitalidad. Me dirijo hacia esa zona, en busca de la felicidad.

    ¿Algún otro final alternativo?

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